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  • María Gabriela Mena G.

PERDÓN POR LAS MOLESTIAS: los viajes por los museos a veces pueden salir mal

Algunas veces cuando las cosas no salen exactamente como las habíamos planeado terminamos llevándonos los mejores recuerdos. Las fallas técnicas, pueden convertir a algo muy simple en una aventura inolvidable (inclusive cuando se trata de visitar museos)...

 
Postal familiar y diseño de pileta de la familia Durini

No recuerdo cuándo fue la primera vez que caminé por San Marcos, pero será hace unos 10-12 años en que por alguna razón el lugar se volvió visible. Antes andar por estos lugares se pensaba como altamente inseguro, con la idea que se trataba de una cierta “periferia” del Centro Histórico.


Algo que sí recuerdo con mucha claridad es la primera vez que caminé por San Marcos en la noche. Fue justamente aquella vez, cuando el viaje por los museos no salió del todo bien.


Ocurrió en el año 2010 en una de las ediciones de ”Una noche en los Museos” que convoca a jóvenes de colegio a dormir en uno de los museos de Quito. Aquel año la actividad incluía un recorrido nocturno. Para entonces, yo estaba a cargo del Museo Camilo Egas y tenía que llevar a mi grupo a conocer el Centro Cultural Tianguez, la Escuela Taller Quito y luego de vuelta al Camilo Egas donde pasaríamos la noche.


Cuando supe el itinerario, me llenó de alegría saber que tendría la oportunidad de andar por las calles de San Marcos en la noche, y más aún con estos jóvenes ansiosos por visitar los museos y recorrer la ciudad. Fue así que luego de conocer el Centro Cultural Tianguez (en San Francisco), fuimos directo a San Marcos. Caminamos por la Junín, pasamos frente al Museo Manuela Sáenz, el Museo de Acuarela y también el de Arquitectura... ¡Siguiente parada: la Escuela Taller Quito!


Con gran seguridad seguí caminando por la Junín guiando a mi grupo hacia el lugar que yo pensaba era la Escuela Taller, allí: justo en la esquina frente a la plaza de San Marcos…


Pero al llegar todo estaba cerrado, luces apagadas y nadie alrededor. Entonces empezó la tensión. Yo aseguraba que ese era el lugar pero al parecer no lo era. Los chicos entre inquietos y rebeldes se sentaron en la vereda reclamando que podríamos haber ido a la Ronda por un canelazo. Mientras tanto la profesora me clavaba una mirada mortal, seguramente pensaba que yo había puesto en peligro las vidas de los jóvenes con tamaña equivocación, llevándolos a este “periférico barrio quiteño”.


El tiempo allí pareció una eternidad mientras intentaba contactar a alguien que me de las indicaciones para llegar. Y aunque fue un momento relativamente corto, nos permitió por un instante sentir la vida de un barrio supuestamente periférico del Centro Histórico. La soledad de una calle tan hermosa, que entre las sombras de la noche no dejaba ver ni a un perro andando por ahí. Pero a la vez un espacio donde se sintió la seguridad de que siempre hay un vecino pendiente por si alguien necesitaba ayuda. Este lugar silencioso y calmado donde debe ser un placer habitar. Un barrio que no estaba previsto visitar y que por estos azares de la vida se volvió parte de la experiencia.


Entre la tranquilidad del barrio y la tensión de no saber a dónde ir, pronto todo volvió a la normalidad y con la dirección de la Escuela Taller Quito en mano, caminamos hacia la calle Montufar. Así, la noche de los museos siguió su curso, pero ese es tema de otro viaje…


Siete años más tarde vuelvo por la noche a un barrio que sigue albergando a estos museos y ahora a muchos otros espacios culturales más. Fui hace pocas semanas para homenajear al Maestro Oswaldo Muñoz Mariño a un año de su muerte. A un año de que su museo, su sueño, fuera reabierto y se mantenga vivo en su honor.


Me veo a mi misma caminando por la Junín con la seguridad de quien habita ese barrio y recuerdo mi cara de angustia cuando extravié en ese mismo lugar a un grupo de adolescentes siendo la primera vez que recorría el barrio en la penumbra.

Espero que los chicos se hayan quedado con el buen recuerdo de San Marcos: barrio tranquilo, seguro, cultural y misterioso… Un barrio que hoy tiene tantas alternativas culturales, que si uno termina extraviado, seguro encontrará un buen lugar donde quedarse.



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