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Por esas casualidades de la vida… me encontré con Camilo Egas

  • María Gabriela Mena G.
  • 2 dic 2016
  • 3 Min. de lectura

Mis encuentros con Camilo Egas, ya sean casualidades o intenciones personales, han sido siempre momentos de gran satisfacción. Por eso hoy quiero compartir con ustedes estas letras, e invitarles a descubrir a este singular personaje, que en Quito tiene su propio museo...

Plano antiguo de Quito

A finales del año 2010, el Municipio de Quito decidió realizar una exposición retrospectiva sobre las obras de arte ganadoras del Salón Mariano Aguilera. El "Mariano Retro", obras desde 1917 al 2007.


Se decía que quienes ganaban el primer lugar en este Salón, eran (y si no lo eran, se convertirían) en los artistas más emblemáticos de nuestro país. Para que se hagan una idea, este premio lo ganaron: Mideros, Guayasamín, Kingman, Viteri, y por su puesto Camilo Egas, quien fue premiado en 1918.


En la exposición del 2010, pude ver por primera vez, el original de aquella obra emblemática de Camilo Egas: La Calle 14. Una escena expresionista que muestra un hombre algo misterioso, parado en el andén de la estación de la calle 14 del Metro de Nueva York, ciudad en la que, alrededor de la primera mitad del siglo XX, Egas vivió dedicado al arte.

Por esas casualidades de la vida, en esos mismos días en que la exposición me mostró la impresionante obra, empecé a trabajar en el Museo Camilo Egas, y de pronto estaba inmersa en una nueva historia de la que antes poco conocía.


Me volví la fan número uno del pintor y seguí procurando que las casualidades alrededor de este tema pasen… ¿Por qué más casualidades se preguntarán?


Pues resulta que ya trabajando en el museo, me encontré con una ecuatoriana que estudiaba en la New School de Nueva York (la misma universidad donde Camilo Egas trabajó como profesor y director del departamento de bellas artes). A través de ella conocí a Silvia Rocciolo, curadora de la colección de arte de la New School.

Silvia venía haciendo gestiones por seis años, hasta que logró restaurar el mural de Camilo Egas que había sido abandonado y olvidado en un sótano. Un sótano que años atrás fue el estudio de danza donde Martha Graham daba clases y para el cual Egas creó una obra de arte que específicamente se integrase al edificio y al tema de la danza: el denominado ·”Ecuadorian Festival” o “Festival Ecuatoriano”.


Tiempo más tarde, por cosas de la vida, viajé a Nueva York, y ahí es donde se materializan las casualidades. Sin duda fui a la estación de Metro de la Calle 14 a tratar de imaginarme a Egas pasando diariamente por ahí. También, y para sentir como si yo hubiese entrado a la pintura, intentaba imaginar al hombre de su emblemática obra parado junto a una de esas gruesas columnas de hierro que ahora yo podía palpar.

Pero lo más interesante fue que no tuve que imaginarlo todo. Salí de la estación de la Calle 14 y caminé unas cuantas cuadras para llegar a la New School, donde pude encontrarme con aquel mural: “Festival Ecuatoriano” de Camilo Egas.


Una hermosa pintura ubicada en un lugar privilegiado del acceso a la universidad, que había sido instalada allí apenas un mes antes de mi visita. Pasé un largo rato admirando el “Festival Ecuatoriano” y preguntándome qué pensarían los neoyorquinos hace más de 80 años (cuando poco se sabía del resto del mundo) al ver una pintura que remite con absoluta belleza a una fiesta imaginaria en los Andes.

Entre esos viajes por el arte y los museos que uno hace a lo largo de la vida, al final se descubren cosas y se comparten muchos deseos e ilusiones. Soñé durante algún tiempo poder traer temporalmente aquel mural para que todos aquí tengamos la suerte de verlo, pero este era un sueño imposible. También conversé con Silvia Rocciolo (la curadora de la New School) de la posibilidad de hacer una exposición en Quito sobre el mural. Y sin haber logrado hacer realidad el sueño, dejé de trabajar en el Museo Camilo Egas hace más de cuatro años.


No se desde cuando ocurrió, pero me alegra enormemente saber que hoy, en el Museo Camilo Egas todos nosotros podemos encontrarnos con una reproducción de ese mural tan especial. Una copia del “Festival Ecuatoriano” se expone en Quito y da cuenta de una trayectoria única de este artista ecuatoriano, que en silencio y casi en el anonimato, dejó un legado de su país en Nueva York.

Mis encuentros con Camilo Egas, ya sea por casualidad o intencionales, han sido siempre momentos de gran satisfacción, por eso les invito a que vivan el encuentro. Solo hay que ir a esa pequeña casa en la esquina de la Esmeraldas y Venezuela, donde descubrirán un mundo de arte moderno.

Entre indigenismo, expresionismo y cubismo, sin duda, se enamorarán del pintor.

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