top of page
  • María Gabriela Mena G.

8 de septiembre: ¿La celebración de un patrimonio religioso?

Empieza septiembre y solo se me ocurre pensar en esta ciudad, Quito, la ciudad que hace 39 años, un 8 de septiembre, fue declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad por UNESCO y que en consecuencia se salvó de su destrucción material.

 
Museo Etnográfico de la CCE - Quito

Lo digo porque antes de esta declaratoria, se habían derrocado algunos edificios con el objetivo de “modernizar” la ciudad (y era algo muy normal, pues ¿quién no quiere una ciudad más moderna?). Los más remarcables inmuebles que desaparecieron en la búsqueda de convertirnos en una metrópoli fueron: el Palacio Municipal (en la Plaza Grande) y la Biblioteca Municipal (en San Blas), que databan del siglo XIX y XX respectivamente.


Ni en ese momento en que la ciudad se modernizaba, ni hoy, a nadie se le ocurriría derribar la iglesia de La Compañía, o el templo de San Francisco, porque además de que son muy antiguos y muestran nuestro arte colonial: ¡son iglesias!, mientras que estos edificios modernos (como lo fueron aquellos del siglo XIX y XX en su momento), hay quienes dijeron: ‘no son tan importantes’.

Bajo ese mismo razonamiento usado a mediados del siglo XX, durante los últimos años se derrocaron dos inmuebles en el Centro Histórico de Quito. Y es que tan solo eran del siglo XX, (pensaron algunos), pues no son tan antiguos como esos desaparecidos y recordados con nostalgia Palacio y Biblioteca Municipal. A esos edificios del siglo XX se los derrocó para modificar el trazado urbano de la ciudad y crear a capricho de alguna autoridad, unas plazas que no terminan de tener sentido en un Centro Histórico de tradición colonial y republicana. Incluso que no combinan con el sentido de modernidad que muestra el Centro Histórico con sus edificios neoclásicos y Art Decó de principios de siglo XX.


Pero no importa, mientras no se derrumben iglesias ni conventos coloniales, los quiteños estamos tranquilos pensando que la ciudad está a salvo. Supongo entonces, que ha sido nuestro más puro espíritu religioso el que nos ha mantenido como ciudad patrimonial. Y es por ello que surge esa pregunta tan extraña: ¿El 8 de septiembre celebramos una ciudad patrimonial por su arquitectura, su urbanismo, su paisaje y sus tradiciones culturales vivas, o celebramos un patrimonio católico retratado en las fachadas de las iglesias y en las pinturas de la Escuela Quiteña?


Esa pregunta me resuena más en estos días, a propósito de la celebración de patrimonio de este año, sabiendo que existen quiteños, e inclusive autoridades civiles de esta ciudad, que se sienten defensores de nuestro patrimonio cuando ponen el pecho ante la posible e inminente falta de fe de algunos ciudadanos. Cuando en nombre de la defensa del patrimonio se censura el arte y en consecuencia la libertad de expresión de esta ciudad patrimonial.

Yo prefiero seguir celebrando a ese Quito vivo, a ese patrimonio que circula por las calles en un Centro Histórico donde Jack Sparrow desfila libremente por La Ronda porque no pudo ser excluido (pese a los intentos municipales). Donde una señora vendiendo manzanas no se persigna al pasar frente a la iglesia porque tan solo está preocupada por tener una buena jornada de trabajo. Donde algunos curiosos llegan a Quito para ver qué es lo que tanto encanta de esta ciudad, y se encuentran con la verdad de lo que somos los quiteños en las esquinas más recónditas y oscuras, y a veces también en las plazas más públicas. Donde las campanas en ocasiones suenan roncas porque están agrietadas, pero se siguen usando pese a que algunos temen que se rompan y que por ello desaparezca nuestro patrimonio material.


Es claro que todavía muchos no han terminado de comprender lo que verdaderamente es nuestro patrimonio, y creen que tan solo cuidando las apariencias, éste seguirá conservándose...



23 visualizaciones

Únete a nuestra lista de correo

No te pierdas ninguna actualización

¿Te gustó este blog?  - Suscríbete y no te pierdas ninguna actualización
bottom of page