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Tener ante los ojos lo que se pensaba imposible

María Gabriela Mena G.

Cuando por primera vez vi frente a mis ojos estas obras, que pensé que solo sería posible verlas en la fotografía de una enciclopedia, me di cuenta que los museos son capaces de volver realidad lo imposible. Por suerte siempre hay gente que está trabajando en estos mágicos lugares para hacer realidad lo impensado...

 
Radio antigua

Aunque resulte extraño decir esto como un recuerdo del pasado, cuando yo era niña en la escuela y el colegio aprendíamos a través de los libros. Pero no solo de los libros de texto, que seguro hasta hoy se usan, sino de la biblioteca, esa que a veces más pequeña y otras más amplia, cada familia iba formando en su casa.


Yo tuve la suerte de que mi abuelo era un amante empedernido de los libros, así que cada vez que debía hacer una tarea, hacíamos un viaje a esa la biblioteca familiar ubicada en la “casa de la abuelita”.


De modo, que gracias a mi abuelo, quien me recomendaba que libro llevarme y me prestaba con generosidad sus tesoros, descubrí la existencia de la indispensable enciclopedia Salvat de Historia del Arte Ecuatoriano. Cuatro tomos encuadernados en pasta verde con letras doradas, que contenían textos y muchas fotografías de obras desde el arte precolombino hasta el arte moderno, cuatro tomos a través de los cuales pude viajar por infinidad de épocas.


Desde el colegio, hasta la universidad en esos cuatro tomos de enciclopedia vi muchas obras de arte, algunas que luego pude conocer en los museos, y otras que sabía que estaba destinada a verlas solamente en el papel. Una de ellas era ese fascinante conjunto escultórico colonial de la Dormición de la Virgen, al que yo pensaba que por suerte alguna vez alguien pudo sacarle una foto para mostrarlo al mundo, porque durante siglos se encontraba bien resguardado tras las paredes de un impenetrable convento de monjas de clausura. Para entonces me sentía muy afortunada de, gracias a la enciclopedia de mi abuelo, poder conocer esta obra oculta.


Creo que supe de la existencia de “la Dormición de la Virgen” cuando yo tenía unos 16 años, y jamás imaginé que sería posible ver de cerca este conjunto de diecisiete esculturas de escala natural que ocupan toda una habitación como si se tratase de una familia entera reunida frente al lecho de su madre.


Por ello, cuando se comenzó a escuchar el chisme de los trabajos que se realizaban para la apertura del Convento del Carmen Alto como un museo (hace ya más de cuatro años), mi corazón se sobresaltó ante la posibilidad de que aquella obra, que solo era posible ver en la enciclopedia, al fin pueda ser revelada ante mis ojos.


Fue así, que cuando se inauguró el Museo del Carmen Alto, no pude esperar para ir a curiosear. Gratamente me encontré con la obra maestra, pero no solo eso, sino que la encontré espléndidamente ubicada para que los visitantes podamos verla desde una especie de antesala totalmente oscura y más elevada que la habitación donde se encuentran las esculturas. De tal manera que detrás de un cristal gigante podemos apreciar la escena perfectamente iluminada, siendo testigos de la obra en su total esplendor. Es bastante difícil de explicar la magnificencia que se siente al estar allí, por lo que no puedo sino recomendarles que la vean con sus propios ojos.


Yo, por mi parte, sigo visitando el museo cada vez que tengo la oportunidad, disfrutando el descubrir una vez más la Dormición de la Virgen en cada ocasión. Aunque jamás será igual que el momento que conocí esta obra. Imposible olvidar el día en que por primera vez tuve a las diecisiete esculturas frente a mis ojos, porque además de maravillarme y emocionarme por conocer aquello que pensé sería siempre una foto de enciclopedia, ese día que la conocí no estaba sola. Aquel día fui guiada por mi amigo Iván Durán (a quien dedico estas palabras). Él trabajó allí como museógrafo desde que se empezó a crear el museo, hasta el último día de su vida, y no hay duda que fue en gran parte responsable de que esa obra se exhiba de una manera tan maravillosa, dejando un poco de su espíritu en ese espacio. Por ello, es imposible olvidar ese día de diciembre cuatro años atrás cuando conocí el conjunto escultórico de la Dormición de la Virgen.


Y para mi es imposible dejar de visitar de vez en cuando el Museo del Carmen Alto, por lo que espero que ustedes puedan darse una vueltita por ahí, aunque sea una vez.




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