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  • María Gabriela Mena G.

Un relato Nacional más allá de “lo nacional”

Afortunadamente hoy en día la idea que teníamos de "lo nacional" ha sido cuestionada, y en pleno siglo XXI no es tan fácil definir lo que significa la nación y “lo nacional” ya que nos hemos convertido en sociedades más críticas y reflexivas respecto de lo que somos.

 
Fotografía de archivo "Taller La Bola"

Hace algunos meses en otro de estos viajes, compartí con ustedes mis reflexiones sobre la amplia mirada que debe tener un museo nacional en un país diverso que se ha denominado intercultural. Pero en este nuevo viaje, he querido pensar en la aproximación simbólica que los ciudadanos tenemos con nuestros museos nacionales o la idea que podemos llegar a tener de ellos y de lo que significa la nación. Esto, encontrándonos a solo unas semanas de la reapertura de lo que será el Museo Nacional del Ecuador.


La construcción simbólica que en muchos casos sigue vigente en nosotros, respecto de un museo nacional, nace de las lógicas europeas del siglo XIX, cuando se consolidaban los procesos de creación de los nuevos estados nacionales, que necesitaban implantar referentes culturales colectivos para cohesionar identitariamente a poblaciones diversas en el marco de un nuevo margen territorial y una nueva denominación política.


Entonces surge esa idea (que hoy es una problemática) de entender al museo nacional como el lugar donde se muestra la identidad de un grupo determinado de gente. Y es que en efecto en ese entonces, y a veces incluso en nuestros tiempos, los museos han pretendido ser la voz oficial con la potestad de decir y mostrar cuál es nuestra identidad, desde una mirada hegemónica e invariable.


Afortunadamente hoy en día esa idea ha sido cuestionada, y en pleno siglo XXI no es tan fácil definir la idea de nación y de “lo nacional”, ya que nos hemos convertido en sociedades más críticas y reflexivas respecto de lo que somos.


Fue así, que en una de mis indagaciones sobre la percepción que la gente tiene de algo llamado museo nacional, un gestor cultural guayaquileño, cuestionó este concepto al declarar que vivimos en un país andinocéntrico…


Siendo un comentario bastante duro, no podemos negar que tiene mucho de verdad. Yo como serrana no lo había notado hasta entonces, pero el tema se quedó dando vueltas en mi cabeza y me llevó a visualizar ideas de identidad basadas en el paisaje andino con clichés como el poncho, el rondador y la vasija de barro. Inclusive suele pasar que cuando pensamos en los bienes arqueológicos cerámicos (que en su mayoría son pertenecientes a culturas precolombinas costeñas), solemos asociarlos simbólicamente con los pueblos serranos de la nacionalidad kichwa que actualmente habitan el territorio.


Desde el momento en que me fue revelada aquella percepción de centralización andina de nuestra identidad, no he dejado de pensar en el tema, lo cual profundiza aquella interrogante sobre la función, vigencia y percepción que debe tener un museo nacional en el presente. Un tiempo en que los museos ya no son espacios para vendernos una identidad forzada de territorios recién creados, sino en tiempos donde los territorios que antes fueron estandarizados en un modelo, empiezan a resignificarse y a entenderse desde las dinámicas de su diversidad y sus conflictos, valorando las diferencias, entendiendo las complejidades del otros y poniendo en crisis la definición de identidad nacional.


Teniendo tantas ideas y preguntas en mente, siempre me gusta poder compartir y debatir con ustedes, por eso realicé un ejercicio entre mi comunidad virtual, interpelando sobre cuáles son los temas que debería abordar un Museo Nacional. Me quedé fascinada de los resultados al ver cómo una reflexión sobre lo que debe decir un museo nacional, puede llevarnos a universos tan variados: desde manifestar la importancia de la historia como punto base para reflexionar sobre nuestro presente, pasando por la necesidad de la comprensión y reconocimiento de las diferencias, hasta inclusive hablar de la movilidad humana como una realidad que forja nuevas nociones de nación y de identidad en un mundo contemporáneo globalizado.


Esa multiplicidad de percepciones de “lo nacional” es lo que vuelve aún mayor el reto de nombrar a un espacio como Museo Nacional. Un reto que existe porque afortunadamente ustedes y yo somos muy críticos y reflexivos y no nos conformamos con miradas traídas del siglo XIX, sino que esperamos mucho más de un museo nacional. Ustedes y yo esperamos mucho, muchísimo de aquel espacio que pronto se va a denominar Museo Nacional del Ecuador.


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