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Porqué visitar un museo, con quien visitar un museo

  • María Gabriela Mena G.
  • 21 may. 2018
  • 4 Min. de lectura

Cuando visitamos un museo por motivación propia y con la compañía adecuadas, la experiencia se convierte en una aventura de la cual es difícil salir. Por eso les invito a pensar cuales ha sido sus mejores visitas a museos para que descubran su propia receta que les diga por qué y con quién visitar un museo.

Detalle obra - exposición (des)Marcados

Comienzo a cuestionarme el porqué de visitar los museos… creo que eso es algo que posiblemente se aprende cuando somos muy pequeños, porque cuando somos pequeños nos llevan a los museos.


Pero: ¿Por qué nos llevan a un museo? ¿Para qué nos llevan a un museo?


¿Será que funciona como un premio o como un castigo?


Tratemos de recordar cómo fueron nuestras experiencias de niños en los museos, y pensemos en cómo estamos llevando a nuestros niños a los museos hoy en día.


Desentrañando en mi pasado empecé a recordar que en mi caso, cuando las visitas a los museos vinieron de la familia, se trataba de momentos especiales: para la diversión, para compartir y para disfrutar, siendo fines de semana con algo más que lo cotidiano.


  • Recuerdo de forma muy clara una visita al Museo Templo de la Patria en la Cima de la Libertad, cuando mi mamá tenía algún compromiso y mis hermanos y yo disfrutábamos de tardes de sábado solo con papá.


  • También recuerdo una visita familiar, (mi primer recuerdo en un museo), que tuvo lugar en los museos del CCE, donde estaba acompañada por mi familia entera. Allí, de alguna manera era guiada por la sabiduría de mi hermano mayor que entonces tenía unos 10 años.


  • Vienen a mi mente las tenebrosas visitas al Museo de Cera, donde pasaba bien agarrada de las manos de mamá y papá, por si los próceres de la independencia, muertos frente a mis ojos, cobraban vida tras el cristal.


Por otro lado, aunque sé que hubo algunas visitas a museos con mi escuela, no puedo recordar ningún momento especial. Casi no tengo memoria de esas visitas más que aquella vez que fui al Museo de la Mitad del Mundo, pero de aquella vez no puedo recordar nada que haya ocurrido dentro del museo, sino tan solo la hora del recreo comiendo papas fritas sentada fuera del monumento.


¿Qué tienen en común mis recuerdos de infancia de visitas a museos? Muy simple: los afectos, el cariño, la buena compañía. Todos se trataban de momentos únicos que llegaban a mi vida como un regalo especial que valorar.


Entonces, cuando pienso en por qué visitar museos y con quien visitar museos casi puedo pensar en la receta ideal:


VISITAR LOS MUSEOS POR PLACER, CON UNA PIZCA DE CURIOSIDAD Y ACOMPAÑADOS DE GENTE QUERIDA.


  • Visitar museos por diversión, por placer, por voluntad propia, con un sentido que vaya más allá de la necesidad académica o la obligación.


  • Visitar museos con los seres queridos, con quienes queramos compartir, con quienes podamos tener afinidad, con alguien especial, con uno mismo.


Cuando pienso en mis actuales visitas a museos, sé que muchas veces tienen que ver con lo profesional, pero sí que me gusta visitar los museos: por diversión, por el placer de pasear, para ver qué hay de nuevo... y cuando lo hago me gusta andar con alguien especial.


Una de mis últimas visitas a un museo que fue enormemente significativa, ocurrió recién hace un par de semanas en el Centro Cultural Metropolitano. La visita me trajo a la mente ese primer recuerdo de visita a un museo a mis 5 años cuando fui a los museos de la CCE. Esta vez a los 33 años, fui acompañada de mamá y papá, pero ahora fue al revés: hace años ellos me llevaban a mi, esta vez yo los llevé a ellos.


En teoría, quería compartir con ellos algunas cosas que había aprendido trabajando en la investigación de la exposición (des)Marcados a la que les llevaba con mucha ilusión. El recorrido se volvió algo muchos más especial. Mis padres, pero sobre todo mi mamá me contaban sus historias de los años 70’s y 80’s relacionadas con las obras de los artistas que se estaban exponiendo, me hablaban de su relación con estos personajes cuando los conocieron como sus profesores o sus compañeros de clases o cuando oyeron hablar de ellos como personajes importantes. También expandieron mis horizontes con su forma de entender algunos de los temas de los que hablaba la exposición, yo por mi parte les contaba mis reflexiones y mis experiencias..


Así, pasó tan rápido el tiempo que de pronto el museo se estaba cerrando y ya era hora de salir de las salas quedándonos muchos temas de los cuales conversar, por lo que fuimos a seguir hablando del museo pero tomando un café.


Es que cuando se comparten experiencias con afecto, y se visita el museo con la ilusión de pasar un buen rato, hasta resulta difícil salir de allí física y simbólicamente.


Por eso, ahora que estamos celebrando a los museos, no me queda más que preguntar a ustedes: a qué museo tienen ganas de ir y con quien lo quisieran compartir.



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