Los museos nos muestran una gran cantidad de vestigios de nuestro pasado, pero es nuestra decisión el verlos como simples objetos materiales, o tratar de ver más allá de lo material y analizarlos para descubrir los relatos que se esconden detrás de ellos, porque nosotros podemos ser capaces de ver su brillo y esplendor...
Hacer un viaje en el tiempo es algo que siempre ha llamado mi atención. Creo que por esa razón fue que terminé eligiendo la carrera de restauración y museologÃa como mi pasión de vida, aunque todavÃa recuerdo que entre mis opciones de estudio estaban la arqueologÃa. De muy pequeña, incluso me imaginaba convirtiéndome en una egiptóloga, eso cuando a los 10 años de edad tuve que hacer un trabajo sobre la máscara de Tutankamón, para la escuela.
La vida me fue revelando la dicha que produce estar en contacto con el arte y la cultura pero sobre todo con el pasado. Cuando pensaba en la posibilidad de poder tener mis manos sobre bienes antiguos que habÃan pasado por cientos y miles de manos antes que las mÃas, me ilusionaba enormemente poder volverme parte de esas historias. Ahora sé que mis manos ya han sido parte de muchas historias y lo seguirán siendo porque he dejado algo de mi en esos objetos.
Cuando trabajaba en restauración de bienes culturales, mis manos pasaron a formar parte de la historia de los objetos ya que los transformaba para devolverles cierta vida. Tras las capas de suciedad, grasa o ceniza podÃa ver relucir nuevamente el oro de madera tallada cubierta de pan de oro. Tras reintegrar el color de los lienzos, el resplandor de los santos barrocos volvÃa a ser visto como si el tiempo casi no hubiese pasado. Al clasificar y recomponer pedazos de cerámica que parecÃan basura, pude ver cuencos cerámicos que parecÃa imposible vuelvan a existir.
Pero a estos cuencos cerámicos precolombinos no podÃa devolverles el color, ni el brillo, ni su espÃritu originario. Sus fragmentos unidos por el pegamento volvÃan a tomar la forma de una olla trÃpode o un plato, pero siempre quedaban opacos frente a nuestro presente que es tan brillante.
Es que por alguna extraña razón, aquel pasado lejano parece siempre estar en blanco y negro o en ocres y terracota. Los vestigios que nos ha dejado el tiempo, nos hacen reconocer el pasado precolombino en América Latina como una historia casi sin color. Esa visualidad que consolida la errónea idea que nos han implantado, de que nuestros pueblos originarios eran/son atrasados, inferiores y poco civilizados. Pueblos de piedra gris, de vasijas cafés opacas, sin brillo y sin color. Y entonces no dejamos de ver a nuestro pasado como oscuro y pobre.
Pero si miramos con más atención, entre los grises y los cafés apagados, se ven otros colores, o sus rastros un poco escondidos: rojos, verdes, anaranjados, amarillos e inclusive azulados. Es cuando podemos tratar de imaginar esos vestigios de cientos y miles de años como lo fueron cuando los crearon. Brillantes, resplandecientes, coloridos y llenos de luz. La muestra de pueblos sabios, pueblos vivos, alegres y muy desarrollados.
Entonces, aunque no podamos verlo con toda claridad, si podemos percibir la verdad sobre nuestros orÃgenes. Podemos imaginar la vida en el pasado, podemos sentirla en nosotros. Y detrás de vitrinas, entre paredes, con iluminación artificial o en museos de sitio, podemos encontrarnos con la sangre que corre por nuestras venas, podemos identificarnos con un pasado esplendoroso y colorido que es parte de lo que somos hoy. De este modo hacemos un viaje por los museos que lo creamos cada uno de nosotros, que nadie nos lo podrÃa relatar mejor que nuestros propios ojos mirando al pasado. Pero mirando más allá de lo que nos han enseñado a mirar, más profundo de lo que se ve entre el polvo y el paso del tiempo. Desentrañando las formas, los colores, admirando la destreza de las técnicas. Simplemente mirando la verdad.
Es asà como muchas veces yo viajo en el tiempo a través de los museos, a través de los relatos que yo misma voy construyendo durante mi paso frente a los objetos que nos ha regalado el pasado. Es asà como he dejado de ver mi pasado en blanco y negro, y ahora lo veo, pero sobre todo lo siento, a todo color.