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Inclusión (en una forma muy particular)

María Gabriela Mena G.

No hay duda de que los museos están siempre adaptándose al mundo actual. Esto ocurre, por ejemplo, con las necesidades de inclusión de diversidades en el espacio museal. En este aspecto, hay que reconocer que existen museos más activos que otros, e inclusive museos que innovan sin siquiera darse cuenta: es el caso que hoy les quiero contar...

 
Detalle obra - exposición (des)Marcados

Últimamente los museos se preocupan mucho por la inclusión. Se trata de una tendencia que está vigente en todos lados: inclusión para minorías raciales, para grupos vulnerables, para comunidades diversas, en fin...


Pero aunque tal vez para algunos suene forzado o incluso políticamente incorrecto, hoy me voy a atrever a hablarles de un tipo de inclusión muy particular que llamó mi atención, y que además me conmovió enormemente.


Se trata de la inclusión animal. Y sí, sé que está muy de moda la protección de los animales y generar un cierto protagonismo hacia ellos, eso sin duda, puede convertirse en una exageración. Por ejemplo, hace poco leí un artículo sobre un museo diseñado para perros. Obras de arte colgadas a la altura de los perros, elementos interactivos, espacios para jugar, y otras cosas que no llegué a comprender del todo en qué forma se relacionan con la idea de un museo.


En mi opinión, este es un concepto bastante pretencioso que busca humanizar a las mascotas quitándoles su identidad animal, para que como pequeñas personas, satisfagan los deseos de sus dueños. Pero la inclusión no es transformar al otro en uno igual, sino que es compartir en igualdad de condiciones siendo diversos.


Entonces se preguntarán: ¿si un “museo para perros” no representa inclusión de esta especie en el museo, cómo poder incluirlos?


Pues lo que me llevó a reflexionar sobre la inclusión animal, fue una experiencia local, ya que últimamente he estado andando más de lo común por el Centro de Arte Contemporáneo, y allí ocurre una forma de inclusión más orgánica, y para nada forzada.



Cuando uno visita este espacio cultural, además de guardias recepcionistas, mediadores, educadores y curadores del museo, nos podemos encontrar con un miembro muy particular del equipo. Se llama Chester: es un perro grande y robusto de color negro, que anda siempre por ahí con una actitud tranquila, amigable y relajada, que hasta parecería que recibe a los visitantes con una sonrisa.


Me he encontrado con Chester en diferentes contextos de visita: algunas veces me ha acompañado mientras realizo algún trabajo allí o busco alguien en una oficina; otras veces ha estado rondando cuando voy a visitar una nueva exposición; también lo he encontrado descansando fuera de una sala, cuando he ido por algún evento.


Pero Chester no es un perro cualquiera que tan solo pasea por el espacio y que duerme allí. Este perro es parte del Centro de Arte Contemporáneo consciente y activamente. Él sabe donde puede y donde no puede estar, entiende a quien debe y a quien no debe acercarse. Nunca lo he encontrado dentro de una sala de exposición poniendo en riesgo una obra, tampoco lo encontrado molestando o interrumpiendo el trabajo en las oficinas. Camina con seguridad y firmeza por los corredores y los patios del museo como haciendo sus rondas, y de vez en cuando se aburre y se echa en algún rincón sin molestar a nadie.


Me sorprende y me encanta verlo pasear, no sólo en los patios, sino también los corredores interiores del museo, eso demuestra que ese es su espacio de trabajo, un lugar donde se siente seguro, protegido, querido, y donde sabe que tiene que cumplir con las reglas para poder ser parte del equipo. Es que a mi criterio, Chester, en el Centro de Arte Contemporáneo, es más que una mascota. Él es parte del equipo de trabajo, es un amigo, es alguien que comparte con los demás. Tanto así, que hasta ha inspirado actividades en el museo, como por ejemplo cuando un taller llevó su nombre para convocar a niños a participar de las actividades artísticas del “Vacacional Chester”.


Para mí, encontrar este ejemplo de inclusión de Chester en el Centro de Arte Contemporáneo, demuestra que éste es un lugar muy especial, con una visión bastante más amplia que la de muchos otros espacios culturales tienen. Donde se rompe la idea del museo sacralizado, del espacio elitista y de la segregación. Esta es una postura que demuestra su política de puertas abiertas y de relaciones diversas. Chester es solo un ejemplo de las muchas formas de inclusión y diversidad que tiene este espacio cultural, algo que es digno de dar a conocer.​



Estoy segura que muchos de ustedes ya están con ganas de ir al Centro de Arte Contemporáneo para pasar a saludar a mi amigo Chester. Y les aseguro que se van a encantar tanto como yo.

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