Tratando de escuchar el silencio, parecería que en estos últimos tiempos mi vida ha estado atravesada por todos los sonidos que antes habían sido más bien ajenos a mi universo simbólico. Las casualidades no existen, me dijeron, solo las sincronías, solo las cosas que tienen que ser. Y así me veo hoy, compartiendo unas palabras sobre la sonoridad que me rodea, en este viaje por los museos.
![Faint Music - Ruben D'Hers](https://static.wixstatic.com/media/186116_97d30012246642cf9938175d6e7e1582~mv2_d_1512_1472_s_2.jpg/v1/fill/w_980,h_954,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/186116_97d30012246642cf9938175d6e7e1582~mv2_d_1512_1472_s_2.jpg)
Hace unos meses llegó a mis manos un proyecto de una obra de arte, redactada en un papel: una refrigeradora, unos motores, cuerdas, piedras…. y entre todo eso lo único que pude retener, es la parte donde se analizaba el sonido que hacen las neveras cuando están encendidas… esa invisible presencia de la que no nos habíamos dado cuenta, y que arrulla nuestros sueños, acompaña nuestros llantos solitarios y nos cobija con su sonoridad pausada y constante, mientras nosotros la sabemos ignorar con desdén.
Desde el día en que leí ese proyecto artístico, que para entonces no había entendido en lo absoluto, algo importante cambió en mi vida: mi casa se vió (o más bien dicho, se oyó) totalmente llena y rebosante de ese sonido del refrigerador, que desde entonces no se ha apagado un solo instante. Un sonido que, en principio, unos días pudo ser un poco molesto, otros algo más interesante, pero que luego de haber vivido la experiencia que estoy por compartirles en este viaje, se tornó en una compañía indispensable e inseparable.
Pasaron solo algunos meses desde que leí la propuesta artística (de la que poco entendí), hasta que un día, aquellos elementos descritos en papel, llegaron al museo: objetos reales y tangibles…
Primero todos separados e igualmente incomprensibles, pero que poco a poco, gracias a la intervención de un personaje casi de otro planeta, comenzaron a juntarse y tener algo de forma. Fue un ser noctámbulo, silencioso, discreto y muy sistemático, quien que iba recorriendo el espacio, moviendo los elementos, y transformando el universo acústico que circulaba entre esas cuatro paredes.
Pocos días después, había nacido una obra de arte sonoro, una especie de instrumento musical traído de una dimensión distante, que, sin querer hacerlo por sí solo, emitía sonidos siderales. Sonidos sincronizados por esa mente tan misteriosa, que se encargó de mover los hilos (o más bien dicho los cables con motores y plumas) que la accionan.
Es que nada es una casualidad, todo es una sincronía: pues, aunque no sean precisamente armónicos, cada uno de los sonidos están sincronizados en esta obra. De pronto mi cuerpo entero también se sincronizó con aquellas resonancias, integrándose a esa sincronía intencional de sonidos que fueron planificados por este artista inexplicablemente fascinante, quien hizo que todo confluyera en un objeto, que es difícil de explicar, pero cautivante para sentir.
Apenas han pasado unos cuantos días, desde que en la sala de un museo empezaron a resonar esas cuerdas que vibran sin un ritmo constante, pero con un misticismo que atrapa. Yo, doy vueltas alrededor de un refrigerador recostado en el piso, y me es difícil entender que estoy viviendo una experiencia sonora tan intensa, porque no la puedo explicar con palabras humanas. Entonces me relajo, me olvido de este mundo, cierro los ojos mientras sigo dando vueltas hasta que decido detenerme, mirar fijamente una cuerda, una pluma, una piedra o un cable... hasta que al fin me animo a sentir la vibración en el aire que produce cada elemento.
Intento dejar de escuchar, buscando el silencio, que gracias a esa obra, entendí que no existe. Inclusive llegué a tener miedo de perder el silencio en mi vida, y nunca más ser la misma. Pero al final el miedo se desvaneció, porque cuando el arte transforma la vida, simplemente hay que seguir, y en este caso, lo que he decidido hacer es tratar de seguir encontrando los sonidos que se esconden en ese presunto silencio en el que pensé que estaba viviendo, un silencio que luego de este viaje, para mi no existirá nunca más.