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  • María Gabriela Mena G.

Los museos también son cosas “de familia”

Los museos pueden vivirse y sentirse de mil maneras, incluso como parte de nuestros afectos familiares. Tal vez les ha ocurrido que al estar en un museo encuentran cosas que les recuerdan a su familia, objetos de la infancia, recuerdos de los abuelos, biabuelos. ¿Les ha pasado que identifican a los museos como un asunto de familia?

 
Museo de la Arquitectura - Ecuador. (Foto: David Santillán)

Un miércoles, exactamente hace un mes, me invitaron a la inauguración de la exposición permanente del Museo de Arquitectura en el pintoresco barrio de San Marcos. Para mi, visitar ese barrio está siempre asociado con la familiaridad del entorno, donde todavía se ven niños jugando en media calle, perros conocidos por todos los vecinos durmiendo plácidamente en las veredas y, aunque ya está bastante gentrificado, todavía queda la veci frutera, el señor de la tienda y aquella vecina que ha vivido toda su vida en el barrio y se sabe la vida pasión y muerte de cada habitante de la Junin.


En medio de esa familiaridad con la que San Marcos nos acoge, esa noche de la inauguración llegué entusiasmada para ver la exposición “Pioneros de la Arquitectura Moderna del siglo XX”, de la que hace ya algún tiempo atrás, había escuchado hablar a mi amiga Bernarda, quien con mucha pasión me contó algunas ideas que tenían para esta muestra.


El nombre de la exposición habla por sí solo. Nos dice mucho al empezar con la palabra “pioneros”. Y aunque a primera vista no lleguemos a entender que la fuerza de aquel nombre está en esa palabra, en realidad aquella es la clave que le otorga vida real al contenido.


Resalto la palabra pioneros, no por su significado que pone en valor a los primeros, sino porque demuestra que la exposición está hablándonos de gente de carne y hueso: si de arquitectos que trabajaron en Quito para transformar la ciudad moderna, pero que, antes que arquitectos, son personas con historias y con una vida real. Algunos que todavía viven, otros que ya se fueron, pero de quienes sus familias, y ellos mismos, han compartido historias, memorias, archivos y mucha emotividad, para que el museo pueda crear esta exposición.


El día de la inauguración, además de disfrutar de la muestra en sí misma, lo que más me interesó y cautivó, fue ver allí a grupos enormes: con niños que correteaban; adolescentes menos entusiasmados; parejas jóvenes con sus bebés; adultos de todas las edades en sus mejores galas; gente mayor andando lento y otros no tan lento...


Aquellos grupos eran familias enteras que fueron a ver a sus familiares en el museo. Que fueron al museo porque alguien de su familia hoy está allí simbólicamente, y por lo tanto, ellos quisieron estar presentes también físicamente en el lugar. Eran las familias de esos “pioneros”.


En uno de los pasillos de esa casa encantadora, donde está el museo, me encontré con un amigo a quien no imaginé ver en la muestra. Le pregunté la razón por la que estaba allí, y me respondió así con toda tranquilidad: “es que mi familia me trajo porque algún pariente está aquí en la exposición”.


A él, su familia lo llevó al museo, porque la familia está en el museo… Los museos si que son un lugar de familia. Y también hay algunas veces en las que el museo se convierte en la familia de uno. Lo digo porque me ha pasado, porque mi corazón se ha quedado en la gente con la que trabajé, o en los espacios en los que se habita tantas horas del día, también en los visitantes que marcaron momentos únicos…


Por eso, luego de la inauguración de esta exposición, tan solo me quedé pensando en que siempre es bueno recordar que los museos también son una cosa de familia.



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