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  • María Gabriela Mena G.

Palpitando con la luz

Algunas veces los museos nos dan la oportunidad de redescubrirlos, de mirarlos con otros ojos, de sentir que nunca los habíamos visitado. Hace una semana pude vivir una experiencia así en el Jardín Botánico de Quito, un lugar al que he ido varias veces, pero que esta vez me ofreció una experiencia sensorial inolvidable...

 
Exhibición "Un Bosque de Luz" - Jardín Botánico de Quito

Llegué entrada la noche, la calle estaba llena de autos y gente caminando por el estrecho pasaje Rumipamba. Todos íbamos al mismo lugar, nos acercábamos con la misma curiosidad, y llegamos con la misma ilusión.


Antes ya había estado allí por la noche: en una ocasión fui a un concierto, y en otra salí de un taller que terminó tarde. Las dos veces recorrí el Jardín Botánico parcialmente en la oscuridad sin pensar en lo que había a mi alrededor, pero entendiendo y reconociendo cada lugar transitado, pues también he estado allí varias veces durante el día, y en consecuencia, tengo una idea de donde están los humedales, el bosque nublado o el páramo.


Pero esa noche fue totalmente distinto. Mientras recorría por la calle, junto con decenas de otros visitantes que también iban al Jardín, no imaginé que esta vez, entrar sería como visitar un lugar nunca antes explorado.


Apenas ingresé, vi las luces resplandeciendo entre la vegetación.


Mi primera sensación, fue conectarme con la música que acompañaba el reflejo luminoso y colorido que se fundía en el agua. Alrededor de esta laguna luminosa, los colores de las plantas eran como de fantasía… y en ese momento el recorrido recién empezaba.


Al transitar los senderos, el bosque se sintió más espeso, pero a la vez encantador, el jugueteo de la luz en los matorrales, hacían pensar que era posible caminar entre estrellas. Al mismo tiempo, el deseo de llegar a una nueva estación era cada vez más apremiante. En ocasiones provocaba atravesar la espesura oscura de la vegetación, para alcanzar esos reflejos de luz que se veían al fondo.


Varias estaciones con temáticas de flora y fauna, pero también con relaciones sensoriales y afectivas, fueron parte de un recorrido que daba la impresión de haber salido de un libro de magia y hechizos.


Transitar entre hojas y ramas que, tan solo por ese baño de luz, parecían otras, tan distintas a las que yo conocía, abrió mi mirada y mis sentidos para poder percibir el espacio en otras dimensiones, para poder sentirlo desde mi centro personal, desde mis emociones.


Quisiera contarles cada detalle, cada paso dado, cada hoja y cada flor vista y retratada, pero no puedo alargar este viaje indefinidamente, así que les contaré una de las estaciones con las que me conecté de forma especial.


En el piso los destellos de luz se encendían a una gran velocidad y subían por los troncos de los árboles, desde lejos lo vi y sentí que ese destello era el viento que me empujaba a seguir la secuencia luminosa y envolverlo todo. Pero llegué cerca y lo entendí mejor. Eran las raíces de los árboles que se iluminaban y seguían trepando, dando vida a cada tronco y cada rama. A mi alrededor escuchaba el latido fuerte de un corazón ¿era él de los árboles o era mi propio corazón? Al final creo que fueron ambos que se fusionaron en una experiencia que pude sentir desde mis raíces, que me dejó llena de vitalidad y en conexión con la tierra. La tierra de la que vengo, donde tengo implantadas mis raíces. Esas raíces que me conectan con mis ancestros, que le dan sentido a mi vida y me construyen con fuerza.


Música, luz, naturaleza y una cuidadosa creación de ambientes llenos de sentidos, fueron acompañándome por casi una hora en esta aventura.


Al final no quería salir, pero la lluvia comenzó a caer. Bajo la espesura del Bosque de Luz, casi no se sentía el agua, pero la lluvia de luz me bañaba el cuerpo y me dejaba jugar con mi propia imagen transformada por los colores y las texturas.


Por un momento sentí que me volví parte de esa naturaleza que me regalaba su espectáculo, y que poco a poco, yo me transformaba en luz, en una luz que no se apagaría ni con la tormenta que se avecinaba sobre la espesa vegetación que me cubrió la noche que descubrí ese Bosque de Luz.


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